Mareas Azules

El tiempo casi llega... Los deseos son cada vez mas fuertes... El destino espera...

Tuesday, July 11, 2006

El bosque negro (Interior del oeste)


Ya es de noche


¿Es que acaso la luz teme pasearse a estas horas? ¿O tan celosos son los árboles de proyectar su sombra que niegan el paso de la claridad? Alion toma la mano de manera firme, para que no pierda el camino. No es que no vea, si no que cubierto de oscuridad todo el recorrido es llamativo. Hay sonidos guturales de criaturas temerosas, cantos amenazantes de aves de ojos enormes, crujidos, cuerpos rastreros zigzagueando en la penumbra.


Ella piensa en la luz que son las alas blancas de su guía, pero nota que las negras refulgen con llama azabache ante la ausencia del Sol. Hermosas, pero no pierden la imagen intimidante.


De repente llegan a un claro, la Luna menguante presta su palidez al opaco césped que se inclina ante el Señor del Viento. Kaiare se sienta, sus pies aún no se acostumbran a caminar en tierra. Alion se adelanta y le pide guardar silencio.


Con una voz sonora, el ángel abre las alas plateadas mientras llama hacia los encinos y robles. Un revoloteo recorre las hpjas como una ola, llevando el mensaje a lo más impenetrable. Fija la mirada mientras los irises azules de la dama observan alrededor. La respuesta llega pronto, sutilmente.


Apenas si lo nota, pero hay un cambio en el ambiente. Un aroma acre, tibio. Entonces escucha el casi imperceptible resbalar de una hoja seca. Mira hacia donde Alion y lo ve. Donde la oscuridad parece reinar imperturbable unos ojos ambarinos destellan. Conforme asoma, un cuerpo elegante y poderoso refleja el pelaje onix que hace palidecer las plumas del ángel.

Una ¿voz?, si es que se le puede llamar así a lo que usó el ser terrestre, lanza un aullido jovial. Ambos se acercan y saludan afectuasamente. Kaiare está impactada por el tamaño del lobo, es casi tan grande como los poderosos delfines de alta mar.

Los dientes agudos y filosos brillan como perlas triangulares, y a pesar de su absoluto diseño de cazador, no le infunde miedo. Él voltea a verla, se acerca, la olfatea entre el cabello y los hombros. Satisfecho al parecer, mueve la cola en señal de saludo. Ella contenta acerca su mano al cuello y le hace una caricia. El alado se acerca, contento de haber acertado, pues Fenrir es muy selectivo en lo que respecta a amigos.

Pasadas unas horas, terminan todos en el refugio de Fenrir, una cueva habitada por otros 6 lobos y varios cachorros. Ella encantada, ayuda a las madres a arrullarlos y los mantiene cerca del calor. Alion y Fenrir cuentan historias de viajes que han hecho juntos, de lugares y seres que han sido buenos con ellos, otros no tanto...

De repente Kaiare ensombrece el rostro, cuando un helado recuerdo surca su mente. Su madre bailando sin agua en derredor, una hermana dulce y fría.... Ni siquiera puede ubicar su rostro, no puede describir su voz...
El lobo y el ángel se miran extrañados, y piden a Kaiare cuente desde un principio su historia....





Monday, June 19, 2006

Where forest meets the sea (La Costa Oeste)

El viento es hermoso, pero no es lo suyo.




Actúa como el agua, pero, es tan ligero y brusco a veces..., ella sigue prefiriendo el denso arrullo marino.


Alion ha volado por horas, tranquilo y sin cansarse siquiera. Feliz, habla con corrientes amigas que sostienen sus alas como si fueran antigüas reliquias en un exhibidor. Veloces lo llevan a través del cielo hacia el destino que ya preparó para su nueva amiga.


Kaiare, a pesar del rápido avanzar, toquetea las nubes que ríen curiosas, mira el cielo y el suelo, disfrutando los colores y admirando la nueva perspectiva.

De repente, el aire toma un aroma oleoso, profundo. Dulce y amargo al mismo tiempo, reconoce que es una planta. Mira hacia el alado, extrañada; el sólo sonríe y a modo de respuesta empieza a descender.

Ella observa el mar, como se aclara conforme la tierra va ganando altura. De repente, nota movimiento, saltos gráciles y salpicaduras. Movimiento erráticos y a la vez coordinados que le hacen pensar en delfines, pero al acercarse más descubre unos nuevos miembros del mar: Los leones marinos.


Ya en tierra, Alion reposa las alas bajo los pinos mientras Kaiare corretea con algunos cachorros divertida, son amigables y pierden toda ligereza en la costa, botando con sus cuerpos pesados sobre la arena. Ella entra al agua con un grupo de jóvenes aventurados, quienes hacen piruetas alocadas ante la severa mirada de las madres.


Al final, ella sale y encuentra al ángel comiendo junto a una fogata. Ella reconoce el fuego por pláticas y visiones alejadas de lava incandescente, este es muy diferente, bailotea con el aire y toma colores según lo que consume. Unas semillas lo pintan de verde, la madera húmeda de naranja, los troncos oleosos brillan dorado y las hojas agudas intensifican su corazón azul.


Azul, que extraño color para algo tan diferente al agua, pero aún así, el nacimiento del fuego siempre tiñe de añil.


Comen un pequeño animal que cazó Alion, Kaiare no recuerda el nombre, aunque recuerda que brincaba mucho, además de ser peludo y orejón. Ella observa los inmensos árboles cónicos de este lugar, el Sol no es tan fuerte como en el Este. Son los árboles quienes despiden el aroma agridulce que tanto atrajo a la Dama de Agua, pero poco a poco descubre algunos perfumes subyacentes. Algunos son apetitosos, en extremo, se podría decir. Alion mira serio las bayas que lo producen, explicando que poco después de comerlas, el dolor te hace arrepentirte. Otras frutas y nueces se muestran poco a poco. Ella prueba todo, intrigada por los sabores, por los colores apagados de esta zona.


Deja eso un momento, dice Alion, hay alguien cerca que quiero que conozcas. Ella voltea extrañada, lo sigue al interior del bosque, donde la bruma oculta los pies del camino...

Tuesday, May 09, 2006

Este adentro

La arena fuera del mar llega a lastimar.

El sol es tan brillante, los ojos sueltan pequeñas gotas saladas al verlo de frente. Alion alivia esto cubriendo la luz con sus alas mientras ambos comen algo.
Ella se siente rara, su cabello, de movimiento grácil, ahora está seco y su textura es como una cascada que no se mueve. La piel, cubierta de arena cristalina ha tomado un tono acanelado después de un par de días de estar fuera de su viejo hogar.
Alion tampoco está en su ambiente, no acostumbra pisar tierra tanto tiempo, pero contento de tener alguien con quien platicar, sacrifica algunas horas de vuelo.

Kaiare le describe el mar, el lecho coralino, los tonos intensos de los seres acuáticos, las corrientes tibias y los oscuros abismos. El alado habla de corrientes, pero de aire turbulento y cálido, de nubes blancas y suaves y otras grises y pesadas, de truenos, rayos y lluvia, amaneceres coloridos y atardeceres inspiradores, de la vista desde el cielo sea día o noche.
Se sonríen, no son tan diferentes en realidad. El calor termina agobiando a Alion y busca agua. Ella propone acercarse a la playa, pero el agita la cabeza. El agua del mar no la puede beber.

Ella se confunde, pues si no es del mar de dónde...?

Se van adentrando hatsa que aparecen las plantas de la tierra: palmeras, pastos, flores tan hermosas como anémonas, musgos... Ella maravillada escucha a Alion explicarle cómo la lluvia les da vida. Pero el agua de lluvia, antes de caer en el océano, tiene un carácter diferente.

Siguen caminando hasta escuchar el inconfundible coro de un río. El líquido transparente corre presuroso sobre rocas talladas que parecen perlas ovaladas. Los peces, pequeños y de colores apagados, se ocultan en pequeños recovecos y entre las raíces de los lirios. Unos cuantos nenúfares dan tonos violáceos al paisaje mientras flotan delicados.

Kaiare se agacha, es tan diferente a lo que ella suponía. LLeva un poco de frescura a sus labios, le sabe dulce, pero más que algo azucarado, es por el hecho de que casi no sabe a nada. Tiene la esencia de los caminos recorridos, no tiene las sales de la arena, pero rebosa del oscuro aroma de mundos desconocidos.

Mira río arriba, entre los tropicales helechos de la selva se pierde el camino del vital fluido. Alion sonríe, curioso de que este mundo pueda ser tan incomprensible a otro ser. El nunca ha perdido la capacidad de maravillarse, y tener cerca otra clase de inocencia es enriquecedor.

Kaiare lo acribilla de preguntas, el no ignora algunas repuestas, pero al fin y al cabo, es por eso por lo que viaja.

No todo el mundo es así, y ambos tienen sus motivos para conocer más. Ella recuerda entonces una mención antigüa, sobre árboles cónicos y brisas frías, bellotas y aromáticas maderas.

El ángel entiende pronto, extiende sus alas e invita a la dama a conocer el viento. Antes de que ella responda la levanta y en un poderoso aleteo, sus tres pares lo impulsan a la cúpula celeste...

Monday, May 01, 2006

La Costa del Este

Aire
Agua
Tienen cuatro letras, se parecen en muchas cosas....
Lo primero que sus ojos vieron al salir del mar fue un nuevo tono de azul, que salpicado de algodones blancos, cubría la inmensa bóveda celestial.
La luz del Sol, era tan brilante que tuvo que entrecerrar los ojos. Trató de enfocar algo a su alrededor, pero sólo alcanzaba a ver el horizonte, donde los tonos añiles se fundían en un límite inexistente.
De repente se sintió perdida, como aquella ocasión en que entró al océano sin compañía. El mar trataba de jalarla de vuelta, mientras que el aire arrancaba la humedad de su cabello; se quedó sin saber que hacer hasta que apreció una sombra. Tardó unos segundos en entender que había algo sobre su cabeza. Alzó la mirada y una figura inconcebible para ella se acercó dando gráciles giros sobre la marea.
Se detuvo a la suficiente altura para que las olas no le salpicaran. Su rostro reflejaba al mismo tiempo paciencia y picardía, sangre fría y buenos sentimientos. Era realmente un mosaico exhuberante de expresiones, que se completaban por tres pares de alas que remataban su imponente presencia.
Las alas blancas, emplumadas como un cisne, daban el aspecto de luz y tranquilidad que uno espera de un arcángel. Las plateadas, aceradas y brillantes, reflejaban el rostro de Kaiare sin verse artificiales. Cada pluma parecía una escultura perfecta en metal precioso, que un genio había acomodado de manera armónica sobre su más grande obra. Las negras en cambio, a pesar de su perfección y la lustrosa suavidad que demostraban, inspiraban cierto recelo, a la vez que cierta fuerza atraía la vista sobre ellas, como la tentación sobre los corazones.
Cada par parecía pertenecer a otra persona, a la vez que se adaptaban ala perfección a este ser. Kaiare hizo muchas preguntas, Alion contestó contento. Alión inquirió otras tantas, Kaiare no pudo contestar todas, prometiendo hacerlo cuando pudiera.
Siendo sólo un primer encuentro, había un lazo invisible entre el ángel de viento y la dama del mar, algo que no se limitaba a ellos dos. Sintiendo esto, unieron sus caminos, guíandole el alado hacia un lugar que ella sólo había imaginado: Tierra firme.

Sunday, March 26, 2006

Y la Luna iluminó la Noche.

Venus y Marte acabaron de recoger los cristales, mientras Sol y Aurora acariciaban las ropas que antes cubrieran a su hija.

Luna había acabado ya de reacomodar su vestidura. La ira que le embargara había sido ahogada por el dolor de su hermana. Recordando la desaparición de sus propios padres, pensó en si les habría ocurrido algo similar. La sola idea de ver desvanecerse a uno de sus hijos de esa manera le provocó un horrendo escalofrío. Incluso sentía pena por su atacante, quien se veía consumido y hasta menos brillante.

Joenoc tranquilamente hizo una caricia a su esposa y se acercó a los desconsolados padres, que seguían hundiéndose en la desolación. Tomó la mano de Aurora y la juntó a la de Sol, mientras los gemelos se acercaban lentamente hacia Luna.

-Han sufrido lo único que creyeron que no podían sentir como inmortales, todo por la falta de unión entre ustedes, su misma lejanía hizo a la niña, pues crear vida entre dioses que se repelen es casi imposible. Por ello su fulgor era tan escaso, por eso no toleró semejante desencanto.-

Sintiéndose culpable, Aurora volvió a estallar en llanto mientras Sol instintivamente la abrazaba. Lloraron durante tanto tiempo que en esos días el mundo enloqueció en una noche eterna y nacieron criaturas tolerantes sólo a la oscuridad. A falta de calor en la tierra, seres fríos empezaron a surcar los bosques y los desiertos, las montañas y las selvas.

Parecía que este cambio no tendría fin, hasta que los gemelos, que eran el único brillo nocturno aparte de Luna, tomaron las lágrimas de Estrella y las fueron colocando en el cielo. Primero las colocaron sin orden, pero su imaginación pronto hizo que siguieran complicadas figuras, creando constelaciones. Algunas eran tan pequeñas que Marte decidió lanzarlas lejos, volviéndolas cometas. Venus coloreó otras con su aliento, sus propias lágrimas y caricia, dándoles tonalidades diferentes.

Unas eran irregulares, así que las pulieron para formar esferas y óvalos. El polvo lo soplaron por el universo, quedando en hermosas nebulosas.

Pronto, la vista de los cristales era tan hermosa e impresionante como los mismos Astros. Los gemelos contenían su propio fulgor, de manera que no opacaran su propio tributo a la damita.

Sol y Aurora, al darse cuenta de la ausencia de los cristales casi acaban de enloquecer, pero Luna y Joenoc los llevaron a admirar el fulgor que tenían las piezas juntas, sobre la profundidad de la noche. Era como si cada brillante punto les hablara de su hija, de que estaba bien y los amaba a pesar de todo.

Aliviados, los Astros Diurnos desde entonces cuidan las luces que llamaron estrellas. Durante el día su luz las resguarda, en la noche, desde el palacio de alabastro dirigen su mirada hacia ellas, sintiendo la presencia de Estrella.

Luna y Joenoc han vuelto al castillo negro, a volver a disfrutar de eras juntos, sin perturbar otra vez los aposentos del Día. Los gemelos siguen paseando por el mundo, pero algo ha cambiado en ellos. Venus ahora se dedica a volver fuertes a los corazones, unirlos para crear vida en ambientes de amor. Marte en cambio, ahora es más duro y busca alguna manera de sacar el coraje que le dejó la pérdida de su prima y el intento de ultraje a su madre, buscando excusas para hacer nacer el deseo de guerra en las almas que toca.
A pesar de ser hermanos, muchas veces los intereses de estos dioses chocan provocando toda una gama de sentimientos en los que se encuentran cerca de ellos.

Pero a pesar del cambio y del tiempo, la dama de plata sigue gustando de jugar con el mar, sigue jugando con los animales en el mundo y sigue derramando su luz blanca. Ha tomado un ritmo, para poder adaptarse al mundo después de la era sin Sol. Una noche al mes permite a las criaturas frías que vaguen por el mundo, poco a poco aumenta su luz, un poco cada día, hasta llegar a su esplendor completo. Pero hay criaturas nocturnas que no soportan ese brillar y hay otras que lo adoran y le cantan con alegría.

Ella simplemente permite a todos vivir, pues Joenoc acepta a cualquiera bajo su mundo, sea su corazón blanco, gris o negro. Por ello tantas criaturas huyeron del día y se refugiaron bajo la oscura capa de Joenoc, adorando a Luna y exaltándola como el ser primicio que es.

Y así se hará hasta que los eones pasen y los Astros vuelvan a encontrarse. Entonces el mundo cambiará de nuevo, no para bien ni para mal, simplemente cambiará.

Monday, February 06, 2006

Marte, Venus y Estrella.....s


Un gran retraso en las mareas, pero las aguas cambian su curso de regreso a casa, una disculpa a todos. Espero que las cosas nuevas de costas lejanas les gusten

Conforme se acercaban a la hermosa construcción de alabastro, los gemelos veían maravillados el brillo de Sol sobre el planeta. Luna no pudo evitar suspirar, pues recordó su infancia, antes del tiempo, cuando sus padres aún paseaban bajo los frescos jardines en su hogar.

Los argentos lobos se quedaron en las entradas del palacio, mientras la familia avanzaba sin hacer ruido hacia los jardines, que ahora en vez de jazmines, tenía una alfombra de pensamientos blancos, cubriendo como nieve floral el suelo. Los gemelos sorprendidos por lo parecido que era este blanco castillo a su hogar, iban comentando en susurros. Luna volteaba hacia las habitaciones, esperando escuchar los suaves pasos de su hermana mayor.

En ése momento, Marte escuchó un leve crujido, como si alguien pisara las hojas frescas. Girando con velocidad, esperando encontrar un guardia o al mismo Sol, no supo que hacer al ver la frágil figura de una jovencita.

Su cabello, casi azul, caía sin vida sobre sus hombros. Tenía una piel pálida que emitía un fulgor suave en comparación a las presencias radiantes de Marte y Venus, unos ojos tornasoles que miraban con miedo las imponentes figuras completaban el cuadro.

Venus, al ver a otra chica de su edad, gorjeó de alegría y se acercó a ella, tomándola del brazo la llevó hacia el prado de pensamientos y se puso a bailar. Estrella, deslumbrada, rió y acompañó a Venus en sus movimientos, mientras Marte las veía atontado.

Luna vió de inmediato el parecido entre la delicada muchachita y sus parientes, sintió una ligera tristeza al pensar que Aurora no mencionara el tener una hija. Ella sabía que no era buena idea hablar de los gemelos, en caso de que Sol se enterara. No sabía como reaccionaría el herido astro ante su condición de madre.

Pasaron las horas y los primos hablaron, de lo que conocían del mundo, de la noche, del encierro de Estrella y de sus respectivos padres. En poco tiempo crearon el cariño de años compartidos y descubrieron cosas que no imaginaban. Mientras Luna, fiel a la costumbre, se sentaba en la fuente donde su conejo jugara, la pálida jovencita mostró todo el palacio a sus nuevos amigos.

Aturdidos los cuatro entre la nostalgia y la alegría, no notaron que la luz del mundo se apagaba y un fiero carruaje volvía a todo galope a casa.

Sol, acostumbrado a pasar las noches con su hija, casi se desmaya al ver la silueta de Luna recortada sobre la fuente. Su imagen era ya de una adulta, regia y distante, era más de lo que él hubiera imaginado jamás. De repente olvidó a Aurora y a Estrella, olvidó quien era, y lo que no debía hacer.

Se lanzó con pasión demencial sobre Luna, la cual, horrorizada, alcanzó a gritar pidiendo ayuda.

Marte se irguió del sillón donde descansaba de la tarde de juegos, su sangre divina se heló de miedo ante el grito de su madre. Con lanza en mano, voló al jardín con una velocidad inimaginable, para encontrar la escena violenta que se desarrollaba sobre los pastos.

Sin titubear, Marte enterró la lanza en el costado de Sol, haciendo correr áurea sangre. Luna, con lágrimas de rabia, se levantó sin daño alguno. Venus y Estrella llegaron al mismo tiempo que Aurora traspasaba la entrada del blanco palacio.

El hijo del Día se levantó adolorido y furioso, pero su coraje se transformó en incredulidad al ver los rostros de los jóvenes. Era obvio quienes eran, sus rostros eran semejanza pura a la dama plateada y a aquel negro rival.El muchacho pelirrojo, con la lanza manchada de oro, lo veía amenazante. La beldad de ojos rosados, tenía la mirada tan fría y despectiva como Luna.

Entonces reparó en Estrella: Su hija lloraba, sin sonido alguno, solo veía correr lágrimas por sus mejillas que se convertían en cristales preciosos en tierra.

-Mi niña! Que le han hecho a mi hija!?- Gritó desesperada Aurora al ver que el fulgor suave de la chica se apagaba con cada lágrima vertida.

De repente, se desplomó en brazos de Venus. Su madre y Luna fueron a socorrerla, mientras Marte, herido por no poder ayudarla, seguía apuntando a Sol por si acaso se movía. Pero este, veía aterrorizado los pensamientos, que empezaban a marchitarse.

-Mami- murmuró Estrella –Papá te hizo daño, le hizo daño a Luna… Marte dañó a papá… Porqué?-
Aurora, sollozando arrullaba a la criatura que seguía opacándose –No lo sé, mi amor, no lo sé…-
-Venus…- tosió –Recuerdas que me dijiste que los corazones fuertes no se rompen?- Ella asintió, acariciando su rostro. –El mío se rompió, tu mamá es la dama plata, papi nunca me quiso a mi…-

En ése momento Sol, sintiendo que el alma se le desgarraba, avanzó hacia Estrella sin hacer caso de las protestas de Marte. Se arrodilló y pidió disculpas a su hija, alzando la voz preguntándose quien podría ayudarla.

No había acabado su plegaria cuando el viento arreció y un óvalo negro se abrió ante ellos. Joenoc, vestido como un emperador, apareció a través de él. Tomando a su esposa de la mano, se acercó a la niña agonizante.

-No puedo hacer nada para devolverla, toda su alma se ha convertido en esto…- Dijo, al tomar las brillantes piedras del suelo.
-Mi Estrella no! No quiero que mi hija muera!- Gritó azorado Sol mientras Aurora lloraba sin parar.
-No es muerte lo que has dado a tu hija, pero ella ha perdido toda fé en ti, que eras todo lo que conocía… Ya no puede permanecer en el Día.-
-Pero, es que también tomas a mi hija entre tus trofeos?- Rugió el inmortal.

Joenoc, sin hacer caso, hizo una seña a los gemelos para que recogieran los cristales. Venus cortó un trozo de su vestido para envolverlas en un pequeño paquete. Tanto ella como Marte derramaron perlas y rubíes por la pérdida de Estrella, pero ellos no se apagaban al sufrir.

Pronto, todo lo que quedaba de la damita, era la túnica que la cubría, que su madre abrazaba gritando desconsolada. Sol, destrozado, estaba sentado y con la mirada perdida. No hacia caso a su herida, el dolor que sentía era mayor del que se podía expresar llorando....


Tuesday, November 15, 2005

Marte, Venus y Estrella.

De Joenoc y Luna nacieron gemelos. Hermano y hermana, eran complemento uno del otro. Venus, dulce y ligera como su madre, tenía cabello rosa y piel de perla, mientras que Marte, pelirrojo y alabastrino, gustaba de la actividad física. Desde muy niños iban de un lado a otro juntos, Marte cuidando que su hermanita no cayera, ella consolándole cuando se lastimaba.

Sus padres, en su eterna, veían a los críos crecer en la armonía que les daba la noche. Durante el día la familia permanecía en el castillo, entre árboles frondosos y los lobos guardianes que vivían cerca de Luna y Joenoc. Cuando era tiempo de bajar a la Tierra, Joenoc y Luna en el corcel alado y los niños sobre los lobos, corrían por el mundo vistiéndola de obsidiana y plata.

Sol y Aurora tuvieron a Estrella, una dulce niña frágil como el cristal. Los afligidos padres vieron que su luz apenas si se vislumbraba y, temerosos de su bienestar, la mantuvieron en apartadas habitaciones, lejos del mundo y sus colores. Sol culpaba a la incapacidad de Aurora, pues si bien amaba a la niña, sentía que su estado era por razones de su mujer.

Si bien Venus y Marte sabían de sus tíos, Estrella jamás oyó durante su infancia el nombre de otro familiar. Lo único que recordaría mucho después era a su padre, mirando la fuente, suspirando por alguna “dama plateada”.
Cuando llegaron a lo que nosotros veríamos como 15 años, aunque en ellos sean eones, los gemelos suplicaron ver el palacio del Día, que tanto había descrito su madre. Joenoc se negaba, alegando que no era prudente ir cuando Sol estuviera presente, pues el sabía que las pasiones de los dioses son tan grandes como su antigüedad.

Venus, de ojos tornasol y cuyo cabello coralino caía en delicados rizos sobre las curvas de su cuerpo, siempre vestida de seda, era alegre e inocente, pero su belleza ya subyugaba a las más feroces bestias de la Tierra. Marte ya mostraba un torso torneado coronado por un rostro con trazas infantiles, mientras su cabello encarnado caía sobre sus hombros, el fleco cubriendo ligeramente sus ojos ambarinos. Conocían ya todo el mundo y su cercano Universo, pero jamás habían puesto pie en el lugar natal de su madre.

Luna, tras hablar dulcemente con su esposo, le dijo que iría durante el día y volvería a casa antes del anochecer. También quería ver a su hermana, la cual debía estar abatida tras quedarse sola en ese enorme recinto con un marido indiferente por compañía.
Joenoc aceptó, advirtiéndole a su hijo que si acaso Sol llegaba, no dudara en defender a su madre y a Venus.

Marte, quien era ya un joven experto en las armas, tomó la lanza negra con la que su padre había evitado la poderosa espada de Sol hacía milenios, prometiendo que traería a las mujeres sanas y salvas.

Partieron entonces, en tres hermosos y enormes lobos, la hermosa Venus, el bravo Marte y la majestuosa Luna, al encuentro con el destino….