Mareas Azules

El tiempo casi llega... Los deseos son cada vez mas fuertes... El destino espera...

Tuesday, November 15, 2005

Marte, Venus y Estrella.

De Joenoc y Luna nacieron gemelos. Hermano y hermana, eran complemento uno del otro. Venus, dulce y ligera como su madre, tenía cabello rosa y piel de perla, mientras que Marte, pelirrojo y alabastrino, gustaba de la actividad física. Desde muy niños iban de un lado a otro juntos, Marte cuidando que su hermanita no cayera, ella consolándole cuando se lastimaba.

Sus padres, en su eterna, veían a los críos crecer en la armonía que les daba la noche. Durante el día la familia permanecía en el castillo, entre árboles frondosos y los lobos guardianes que vivían cerca de Luna y Joenoc. Cuando era tiempo de bajar a la Tierra, Joenoc y Luna en el corcel alado y los niños sobre los lobos, corrían por el mundo vistiéndola de obsidiana y plata.

Sol y Aurora tuvieron a Estrella, una dulce niña frágil como el cristal. Los afligidos padres vieron que su luz apenas si se vislumbraba y, temerosos de su bienestar, la mantuvieron en apartadas habitaciones, lejos del mundo y sus colores. Sol culpaba a la incapacidad de Aurora, pues si bien amaba a la niña, sentía que su estado era por razones de su mujer.

Si bien Venus y Marte sabían de sus tíos, Estrella jamás oyó durante su infancia el nombre de otro familiar. Lo único que recordaría mucho después era a su padre, mirando la fuente, suspirando por alguna “dama plateada”.
Cuando llegaron a lo que nosotros veríamos como 15 años, aunque en ellos sean eones, los gemelos suplicaron ver el palacio del Día, que tanto había descrito su madre. Joenoc se negaba, alegando que no era prudente ir cuando Sol estuviera presente, pues el sabía que las pasiones de los dioses son tan grandes como su antigüedad.

Venus, de ojos tornasol y cuyo cabello coralino caía en delicados rizos sobre las curvas de su cuerpo, siempre vestida de seda, era alegre e inocente, pero su belleza ya subyugaba a las más feroces bestias de la Tierra. Marte ya mostraba un torso torneado coronado por un rostro con trazas infantiles, mientras su cabello encarnado caía sobre sus hombros, el fleco cubriendo ligeramente sus ojos ambarinos. Conocían ya todo el mundo y su cercano Universo, pero jamás habían puesto pie en el lugar natal de su madre.

Luna, tras hablar dulcemente con su esposo, le dijo que iría durante el día y volvería a casa antes del anochecer. También quería ver a su hermana, la cual debía estar abatida tras quedarse sola en ese enorme recinto con un marido indiferente por compañía.
Joenoc aceptó, advirtiéndole a su hijo que si acaso Sol llegaba, no dudara en defender a su madre y a Venus.

Marte, quien era ya un joven experto en las armas, tomó la lanza negra con la que su padre había evitado la poderosa espada de Sol hacía milenios, prometiendo que traería a las mujeres sanas y salvas.

Partieron entonces, en tres hermosos y enormes lobos, la hermosa Venus, el bravo Marte y la majestuosa Luna, al encuentro con el destino….

Wednesday, November 09, 2005

De como la Luna llegó a iluminar la noche.... (Cont. 4)



La habitación pareció iluminarse con el tenue fulgor violeta de Aurora, quien se acomodó en un sillón de terciopelo frente a los presentes.

-Para mi desgracia, amor, soy enlace entre el Día y la Noche, ello me ha dado el don de ver acontecimientos que vendrán- explicó suavemente. -Nosotros tres venimos del Día, quien vive a través del ciclo que tú y yo hacemos, mas nunca había conocido a ningún hijo de la Noche… hasta hoy-

Volteó a ver a Joenoc. Después de la pausa continuó –Luna jamás ha participado en la formación del día, pero ahora entiendo que es porque a pesar de su luz, no le pertenece…-

Joenoc sonrió y tomó la mano de Luna –Yo la he amado desde siempre, la conozco desde antes, he vivido cerca tanto tiempo que no podría existir sin ella. Sé que ella debe venir a la noche, conmigo-

Furioso, Sol espetó – Tú? Quién te crees tu para equipararte a ella?- Aurora bajó la mirada.

El fulgor encarnado de los ojos del joven se acentuó –Tu eres un astro, el máximo símbolo del día, pero hasta ahí, eres parte del Día- Sonrió siniestramente –Yo soy la Noche-

Luna en ese momento, miró a Sol socarronamente y canturreó –Querías a alguien digno de mí, no es así?-
Sol, confundido, miró a su esposa y a la pareja de amantes. De dónde había salido este hombre, porqué Aurora se veía tan triunfante, pero lo que más le dolía era ver el desprecio en la mirada de Luna.

-Nos vamos pues- Dijo Joenoc de repente –El mundo ya está bajo mi dominio y es hora de que Luna lo conozca.

Tranquilamente él y Luna salieron; un corcel negro, con brasas ardientes en los ojos y alas emplumadas los esperaba. Era tan grande que podían montarlo cómodamente. Al primer gesto de Joenoc, se elevó y surcó las sombras en silencio.

Al verlos partir, Aurora agradeció al Universo haber hallado a alguien para su hermana. Pero el Astro Rey, herido, juró que algún día la dama blanca sería suya.

Joenoc y Luna se fueron a un castillo tan magnífico como el que habitaba la joven antes, sólo que este era de techos de ébano y paredes de granito negro. El suelo era igualmente de jade sangre, los jardines estaban llenos de enredaderas, pinos, robles, nogales, cedros y arbustos frutales. Pero a partir de su llegada, los jazmines hicieron su aparición, inundando los salones y los pasillos de su fragante aroma. Eran muy felices y cuando Luna se enteró de que iba a ser madre, se llenaron de alegría.

Ella tomaba paseos con Joenoc cuando la noche cubría la Tierra, se maravillaba de la increíble cantidad de paisajes y seres que tenía el mundo. Había ciertos animales que se animaban con su presencia, como peces, ballenas enromes y aves nocturnas como lechuzas.

Pero en especial, los lobos parecían tenerle cariño a la dama, aún y cuando a Joenoc no parecían gustarle mucho. Mientras su esposo vestía al mundo de negro, la luz plateada de Luna atraía a los lobos, muchos aullando de alegría al verla. Ella acariciaba de vez en cuando a algunos, dejando marcas grises y blancas por donde su manita había pasado. Los pocos lobos con los que Joenoc llegó a entenderse, lo cuidaban como fieles guardianes, y a cada palmada se volvían más oscuros, hasta convertirse en seres tan oscuros como el cabello de su amo.

Pero así como ellos estaban unidos de noche, Aurora y Sol estaban más lejanos cada día. Aún ante los recientes hechos, Aurora seguía deseando darle un heredero a su esposo, hasta que al final, le fue concedido….

Sunday, November 06, 2005

De como la Luna llegó a iluminar la noche.... (Cont. 3)

Sol llegó al finalizar el día, pasó al hermoso jardín que rodeaba al castillo, ansioso de ver si Luna lo esperaba en su lecho. Entró y sintió estar en un sueño, pues Luna estaba recostada sobre las finas sábanas, su cabello reflejando la luz que él irradiaba, sus párpados cerrados y la ligera curva de sus labios la hacían ver más deseable que nunca a sus ojos.
Pero de pronto notó los detalles, su vestido estaba arrugado, ella descalza, la cama desarreglada… Pero la paz de su rostro era lo que más lo turbaba.

-En verdad creíste que por ser un dios tenías derecho a ella?- Una voz profunda y varonil surgió de entre las sombras.

-Quién está ahí? Cómo te atreves a profanar mi hogar?- Espetó Sol, entre iracundo y sorprendido por la osadía del intruso.

Una risa obscura fue la respuesta –Hogar? Por favor, este santo lugar al que tú has manchado con tus lascivos deseos y ambiciones exageradas? No mereces siquiera pisar el jade sangre bajo tus pies-

De entre las sombras surgió un hombre, su cabello era tan oscuro como las pupilas de luna, mas sus ojos tenían un brillo rojizo indefinible. Su torso desnudo, como Apolo y Atlas, era todo proporción y fuerza. Sus brazos hercúleos, el cuello delineado, su imagen era tan imponente como la del Astro frente a él. Los rasgos finos tenían algo inhumano en ellos, sin que ello demeritara su atractivo. Una tela negra lo cubría de cintura para abajo, ocultando lo que seguramente eran unas extremidades poderosas y ágiles.

-Qué le has hecho a Luna, ser endemoniado?- Gritó Sol fuera de sí, mientras la aludida despertaba de su apacible sueño.
-Joenoc, que ocurre?- La voz de la dama estaba inundada de un sentimiento que Sol jamás había escuchado, no en la fría Luna.
Él volteó, mirándola con dulzura -Sólo le explicaba que en cuanto guardes tus cosas nos iremos, luz mía-
Sol, enloquecido por el trato cordial entre ellos, sacó su espada dorada, aquella con la que batió mil enemigos en guerras ancestrales.

-No mancillarás a una virgen delicada, desdichado, no mientras yo esté aquí para defender su virtud!-
Luna se levantó con gracia, se acercó a Joenoc y dijo mientras lo abrazaba.

-Virtud? Qué sabes tu de virtud? Después de que Aurora te ha entregado más que eso, ansiabas tomar a una de su sangre, convertirte en un bígamo, cometer una bajeza tan cruenta incluso para ti- Su mirada volvía a ser helada, invernal –Jamás permitiría que pusieras una mano sobre mi, mucho menos que compartieras mi cama, antes renuncio a mi eternidad.-

Ofuscado, él levantó la hoja áurea en afán de atacar, mas el oscuro caballero fue más rápido y con una lanza de platino y obsidiana rechazó la embestida. Se enfrascaron en un salvaje combate, ante el silencio aterrado de Luna.
Parecía que iba a ser una larga batalla hasta que una voz quebrada los detuvo.

-Basta! Es que acaso quieren dejar a dos viudas?-

Aurora, vestida regiamente, con tiara sobre su cabeza y su andar majestuoso, se acercó a su esposo. Estaba hermosa, renovada y mostraba su profundo parecido con su hermana menor.

-No vale la pena que pelees con quien no puedes vencer- Dijo al sorprendido Sol…