Este adentro
El sol es tan brillante, los ojos sueltan pequeñas gotas saladas al verlo de frente. Alion alivia esto cubriendo la luz con sus alas mientras ambos comen algo.
Ella se siente rara, su cabello, de movimiento grácil, ahora está seco y su textura es como una cascada que no se mueve. La piel, cubierta de arena cristalina ha tomado un tono acanelado después de un par de días de estar fuera de su viejo hogar.
Alion tampoco está en su ambiente, no acostumbra pisar tierra tanto tiempo, pero contento de tener alguien con quien platicar, sacrifica algunas horas de vuelo.
Kaiare le describe el mar, el lecho coralino, los tonos intensos de los seres acuáticos, las corrientes tibias y los oscuros abismos. El alado habla de corrientes, pero de aire turbulento y cálido, de nubes blancas y suaves y otras grises y pesadas, de truenos, rayos y lluvia, amaneceres coloridos y atardeceres inspiradores, de la vista desde el cielo sea día o noche.
Se sonríen, no son tan diferentes en realidad. El calor termina agobiando a Alion y busca agua. Ella propone acercarse a la playa, pero el agita la cabeza. El agua del mar no la puede beber.
Ella se confunde, pues si no es del mar de dónde...?
Se van adentrando hatsa que aparecen las plantas de la tierra: palmeras, pastos, flores tan hermosas como anémonas, musgos... Ella maravillada escucha a Alion explicarle cómo la lluvia les da vida. Pero el agua de lluvia, antes de caer en el océano, tiene un carácter diferente.
Siguen caminando hasta escuchar el inconfundible coro de un río. El líquido transparente corre presuroso sobre rocas talladas que parecen perlas ovaladas. Los peces, pequeños y de colores apagados, se ocultan en pequeños recovecos y entre las raíces de los lirios. Unos cuantos nenúfares dan tonos violáceos al paisaje mientras flotan delicados.
Kaiare se agacha, es tan diferente a lo que ella suponía. LLeva un poco de frescura a sus labios, le sabe dulce, pero más que algo azucarado, es por el hecho de que casi no sabe a nada. Tiene la esencia de los caminos recorridos, no tiene las sales de la arena, pero rebosa del oscuro aroma de mundos desconocidos.
Mira río arriba, entre los tropicales helechos de la selva se pierde el camino del vital fluido. Alion sonríe, curioso de que este mundo pueda ser tan incomprensible a otro ser. El nunca ha perdido la capacidad de maravillarse, y tener cerca otra clase de inocencia es enriquecedor.
Kaiare lo acribilla de preguntas, el no ignora algunas repuestas, pero al fin y al cabo, es por eso por lo que viaja.
No todo el mundo es así, y ambos tienen sus motivos para conocer más. Ella recuerda entonces una mención antigüa, sobre árboles cónicos y brisas frías, bellotas y aromáticas maderas.
El ángel entiende pronto, extiende sus alas e invita a la dama a conocer el viento. Antes de que ella responda la levanta y en un poderoso aleteo, sus tres pares lo impulsan a la cúpula celeste...